viernes, 19 de febrero de 2010
La docencia vista por ajenos
A lo largo de mi formación inicial como profesor noté cierto desdén por parte de otros profesionistas hacía la docencia. Siempre me pareció algo principalmente personal, debido a malas experiencias o prejuicios adquiridos quién sabe donde pero notaba, a través de algunas lecturas, que probablemente el origen estaba en otro lado.
Ahora, en una clase en la maestría, trabajamos un tema de Hargreaves, en el cual se señalan tres problemas observados a través del estudio de las geografías sociales de las instituciones formadoras de docentes. Aunque el texto hace referencia al contexto de Europa y de Estados Unidos, me quedó claro que la situación de México no queda lejos. La marginación, la encapsulación simbólica y la desinstitucionalización se aplica también para las Escuelas Normales del país.
Es cierto, los docentes (antes normalistas) estamos en desventaja con el cúmulo de virtudes que el ambiente universitario ofrece a sus estudiantes, aunque queda claro que la desventaja entre un egresado de normal y un egresado de universidad no tiene tanta distancia como algunos quisieran ver. Primero porque las cuestiones de cultura general se van dando o adquiriendo desde antes de hacer la licenciatura, son pocos los que cambian sus hábitos de consumo cultural con su paso por la universidad, siguen siendo más o menos, tristemente, las mismas realidades de apatía por acrecentar el capital en un universitario antes y después de su vida académica y no se diga ya en su trayecto profesional.
Lo anterior no quita el dedo del renglón, los docentes y las instituciones que nos forman siguen dando mucho que desear. La profesión se toma no como vocación sino como oportunidad y el proceso de selección sigue siendo muy magro. Es necesario tomar más en serio la formación docente inicial, realizar una cuidadosa revisión del perfil de ingreso y de egreso. Pero para ello es necesario que se tome más en serio a los docentes en general y que nosotros mismos busquemos cambiar nuestro proceder, nuestro actuar, nuestra forma de conducirnos. A veces los prejuicios no están tan lejos de la realidad, pero entonces no queda de otra más que cambiar esa realidad que origina esas leyendas.
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